¡A PINTAR!
El caso es que el pasado domingo
por la noche mi mujer me dice: “¡Mañana pintamos el apartamento!”. Mi respuesta
fue: “¿Qué?,… ¿Cómo?, ¿Cuándo?... ¿El qué?” y un sinfín de expresiones
sinónimas incluyendo "farfullos", tartamudeces,… Gestos de desencaje, ojos
desorbitados de espanto, además de alguna que otra locución grosera que, por
decoro, no voy a escribir (pero haberlas, las hubo). En fin, aprovecho esta
ocasión para mencionar mi auténtica pereza, desgana, apatía y pavor ante los trabajos
de mantenimiento, arreglo y diversos ajustes domésticos. (¡Ojo!, no se confunda
esto con tareas domésticas como cocinar o lavar los platos,… tareas que me
encantan – lo digo en serio, sin ironías-).
El caso es que aquello supuso
para mí el ponerme a pensar en retirada e “islamiento” de muebles, recolocación
de muchos enseres, cubrimiento, embalaje, y demás fastidios concernientes a
todo lo que conlleva la revolución, revoltijo y desbarajuste de pintar un
apartamento: trasiego de aquí para allá, tráfago de herramientas de un lado a
otro, fárrago "deconfigurante" del espacio del hogar y,… como podéis observar,…
un poner todo patas arriba que me cuesta mucho digerir. Mi amiga Nuria, muy guasona
ella, me dijo: “Jajaja… Ahí tienes tu halloween… jajaja”. (¡Graciosilla! - sabes que te quiero-)
¿Qué tiene esto que ver con
Coaching?... Todo. Un proceso de coaching profesionalmente configurado debe
cumplir el requisito de poner tus esquemas, preconcepciones y prejuicios patas
arriba, como antes mencionaba. Ese objetivo que traes a mi despacho o bien que
compartimos sentados en un parque, tranquilamente comentándolo, te va a exigir
cambio, trasformación y evolución y, querido cliente, esto no es gratuito: sí,
vas a obtener beneficios,.. pero antes vas a tener que afrontar unos costes.
Por ejemplo, afrontar miedos, encararte con una emoción no deseada, realizar
actuaciones que has estado evitando largo tiempo, reconocer ciertas actitudes
que de ti no te gustan, resquebrajar creencias que han estado condicionando tu
vida (ya te digo yo: eso pica), revisar valores que llevas por bandera y darte
cuenta que en realidad no los aplicas,… Total, desbarajustarte como mi esposa y
yo hicimos con nuestro apartamento para pintarlo.
Y a ello vuelvo. Una vez que todo
estaba en auténtico desorden a mis ojos, los pintores comenzaron su labor con
auténtica premura y profesionalidad: “¡en
este lugar ya se puede trabajar!” decían. Conforme avanzaban en su trabajo
nosotros íbamos recolocando cosas y moviéndolas de un sitio a otro para
agilizar el proceso y su tarea. Mantuvimos algunas conversaciones sobre la
vida, sociedad, educación, política... a media mañana compartimos un piscolabis
por el que, hay que decirlo, mostraron un verbal, sincero y profundo
agradecimiento. La mañana del pasado lunes se tornó en algo más que en un
trasiego de muebles de un lado a otro, fue una oportunidad para pintar el
apartamento y darle una cara más fresca, acogedora y de “olor a nuevo” (también
a pintura fresca) y también para conocer a dos personas, a dos pintores de una
categoría personal (al igual que profesional) dignas de ser conocidas,
reconocidas y escuchadas,… por momentos yo me olvidaba del amontonamiento de
cosas y hablábamos con ellos de nuestras cosas, de los avatares de la
profesión, de sus opiniones ante distintas situaciones de la vida. Fue una
mañana fructífera en todos los sentidos. Yo, personalmente, pasé de verlo todo
como un auténtico fastidio a ver la cantidad de beneficios y ventajas que en
aquella mañana, al fin, no sólo pude comprobar sino también sentir.
Esto es lo que ocurre en un
proceso de Coaching, lo que al principio vas a percibir como amenazante,
negativo y duro de experimentar, irás comprendiendo que eso precisamente es lo
que te va a formar y a transformar, lo que ampliará tu punto de vista, lo que
te otorgará el instrumental necesario para abordar nuevas experiencias. Aquello que en
un principio te pareció un coste, un precio que pagar, se volverá en realidad
un beneficio que obtener en la senda que te conduce a tu objetivo, tu meta.
Yo ya tengo mi piso pintado y
reordenado con una luz tremenda de bonita, clara y preciosa que es. ¿Te atreves
a hacer lo mismo en tu interior, con tus creencias, tus impulsos, tus ganas de hacer? Cuenta conmigo.
Mary Paz, mi esposa, me conoce y
sabía que no me iba a tomar muy bien lo de pintar y aprovechó hasta el último
momento para decírmelo (¡Ay!... pillina!... Gracias AMOR!!!). Después de esta experiencia me he propuesto
tomarme las labores de mantenimiento del hogar de una manera más ligera y el
desorden como algo, a veces, necesario para volver a colocar las cosas en su
sitio,.. ¡Diantres, que no es pa’ tanto!
Un cariñoso saludo y un fuerte
abrazo a Rodrigo y a Manuel por su profesional labor, buen hacer y su compañía.
¡Gracias, Gracias, Gracias!...
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