ECOLOGÍA DE LAS ACCIONES




En el último artículo, acabé mencionando el carácter ecológico de nuestras acciones, no sólo dentro de un proceso de coaching, sino en la cotidianidad de nuestra vida.

Nuestras acciones derivan de un conjunto de decisiones; el conjunto de decisiones, de una toma de conciencia y la conciencia es la luz esclarecedora que alumbra aquella emoción (consciente o no) que nos condujo a realizar unas acciones en concreto y no otras. De ahí la gran importancia que tiene reconocer nuestras emociones, porque al final se manifestará en una actuación: cuando mente, corazón y acción van alineados se manifiesta el equilibrio y la razón de  nuestras acciones. De otra forma surgen preguntas como: “¿Por qué he hecho esto?”, “¿Cómo he acabado así?”,… Lejos del reproche, aquí lo que hago es destacar la importancia de la Inteligencia Emocional, tanto en un proceso de coaching como en nuestras vidas en general. Así nos dice Daniel Goleman: “La Inteligencia Emocional es la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente los relaciones que mantenemos con los demás y con nosotros mismos”. Esta capacidad se entrena, se practica, se ejercita y se trabaja. Es una labor que acaba cuando “esté al partir la nave que nunca ha de tornar” (A. Machado). 

Una vez que ya estamos entrenando, en un proceso de práctica constante, en continuo ejercicio y forma parte de nuestra vida diaria, esta conciencia emocional arroja luz sobre el origen de nuestras acciones de manera que tanto calidad como capacidad de actuación aumentan otorgando a nuestra vida un carácter más vivo, más despierto y consecuente. Y es en este punto donde el carácter ecológico de nuestras acciones cobra su sentido en toda regla: Cuando reconozco mis sentimientos; cuando reconozco los sentimientos de los demás y gestiono de forma positiva, de dentro hacia afuera y de afuera hacia dentro, originando, creando y practicando valores humanos, el carácter ecológico de mis acciones queda garantizado.

Transcribo aquí las palabras del Instituto de Ecología Emocional de Barcelona (http://www.ww.ecologiaemocional.org/): “Formamos parte de un ecosistema humano y natural, en el cual todos somos piezas importantes y que influimos en el conjunto. Nuestras acciones y nuestra pasividad tienen un impacto en el clima emocional global, haciendo que aumente el desequilibrio, el sufrimiento, la enfermedad y la destructividad, o (sólo depende de nosotros) el equilibrio, la armonía, el bienestar y la creatividad.”
Un ejemplo claro de esto fue la última cuña publicitaria radiofónica que escuché, muy recientemente, del propio Alejandro Jodorowsky autorreabautizándose y que me arrancó una carcajada por su ingenio, su agudeza y el valor que me transmitió. No lo puedo citar literalmente (la memoria todavía no me da para tanto), sin embargo recuerdo que el mensaje decía algo así: poco a poco, voy dejando de ser Alejandro Jodorowsky y voy evolucionando hacia Acercandro Amorowsky. 
Pienso que esta es la dirección hacia la que apuntar: mostrarse cercano, accesible, abierto al amor, a la ternura, al afecto, la comprensión, a perdonar, a construir, a aprender,… Entrenarse cada día en estos y otros muchos valores más es, sin duda, señal de una vida intensa, profunda y potente. Además, esto es circular: una emoción positiva desemboca en una acción positiva que genera, a su vez, una emoción positiva.

¡Ecología de las acciones!: el arte de hacerse un bien, extender ese bien a otros y hacer de este mundo un lugar mejor. Hasta el próximo artículo.

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